Mensaje de Pascua del Comité Ejecutivo de AIPRAL: Muchas y muchos vienen siendo sacrificados en nombre de la economía, por negligencia de algunas autoridades, por el acaparamiento de vacunas en los países centrales y la no liberación de sus patentes. Pero aún hoy, en medio de la pandemia, cuando muchos ya no están, una voz susurra a nuestra incredulidad: “el crucificado, ha resucitado”.
La tiniebla se encoge, la muerte se sabe vencida, las confabulaciones del odio se desbarrancan, y se esboza la esperanza en un nuevo amanecer. Las mujeres, primeras anoticiadas y anunciadoras de la resurrección, se acercaron al sepulcro para honrar a un crucificado. Ellas se encontraron con la “imposible” noticia de la resurrección. Desde ese mismo día, la muerte no tiene la última palabra. Hace poco más de un año una pandemia sembrando muerte fue maniatando nuestros abrazos, alejando nuestros besos y extrañando la mesa compartida. Muchas y muchos vienen siendo sacrificados en nombre de la economía, por negligencia de algunas autoridades, por el acaparamiento de vacunas en los países centrales y la no liberación de sus patentes. Pero aún hoy, en medio de la pandemia, cuando muchos ya no están, una voz susurra a nuestra incredulidad: “el crucificado, ha resucitado”. Es una buena noticia para las/os crucificadas/os de nuestro tiempo, para nuestros pueblos una y otra vez condenados a muerte evitables. La certeza de la resurrección nos empuja a andar confiados y afirmados en la verdad revelada por los evangelios: “el crucificado, ha resucitado”.