El racismo no está ausente en nuestras regiones

AIPRAL expresa su dolor y enojo por el asesinato de George Floyd. Éste no es un hecho aislado sino un pecado que yace en la estructura misma de nuestras sociedades, y ya es tiempo de erradicar definitivamente el racismo de en medio nuestro. Palabras del Comité Ejecutivo compartidas con la Iglesia Presbiteriana de Estados Unidos de América.

“La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra”

Génesis 4:10

 

La Alianza de Iglesias Presbiterianas y Reformadas de América Latina expresa su dolor y enojo por el asesinato de George Floyd. Éste no es un hecho aislado sino un pecado que yace en la estructura misma de nuestras sociedades, y ya es tiempo de erradicar definitivamente el racismo de en medio nuestro.

Hacemos nuestra la declaración de la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas y queremos hacer llegar desde América Latina y Caribe a nuestras hermanas y hermanos en los Estados Unidos de Norteamérica, nuestro abrazo lleno de afecto, oración de consuelo y fuerza solidaria para transformar la injusticia.

El racismo no está ausente en nuestras regiones sino que se manifiesta igualmente brutal contra hermanos y hermanas afrodescendientes, indígenas y migrantes. El racismo, además, no es un factor aislado de pecado, sino que se enmaraña y es parte esencial de la injusticia económica y visiones jerárquicas que niegan que todas y todos los seres humanos hemos sido creadas/os a imagen y semejanza de Dios (Gn 1:26-28).

Como iglesias de la tradición reformada estamos llamadas a aprender de la experiencia y visión de nuestras hermanas y hermanos en Sudáfrica, expresada en la confesión de Belhar para que nuestras iglesias sean testimonio de una humanidad reconciliada por el amor y la gracia de nuestro Señor Jesucristo.

Como seguidores de Jesús de Nazaret, condenamos toda forma de racismo y todo discurso que utilice su Evangelio de reconciliación para justificarlo.

Como seguidoras de Jesús de Nazaret, caminamos en solidaridad con quienes sufren y nos afirmamos en acciones que conduzcan a una auténtica y justa reconciliación.

Dios escucha dolido la voz del asesinado Abel, Dios escucha dolido la voz de su hijo que no puede respirar, Dios escucha dolido la voz de sus hijas y de sus hijos que son oprimidos por el odio y la violencia.

 

La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén.

2 Corintios 13:14