La Comunión Mundial de Iglesias Reformadas (CMIR) expresa su dolor, su enojo y su solidaridad por el asesinato de George Floyd y por las muchas, muchas otras personas negras que han sido asesinadas en los Estados Unidos por las fuerzas policiale. En ese marco convoca el 8 de junio a un día de lamento, ayuno y oración y que esa fecha sea solo el inicio de una lucha continua por la justicia. AIPRAL, como concilio de área representando a América Latina en la CMIR, adhiere al mensaje emitido por el organismo ecuménico mundial y comparte su declaración.
Les aseguro que, si ellos se callan, gritarán las piedras.
—Lucas 19:40
En términos inequívocos, condenamos este acto de brutalidad policial y pedimos a las autoridades que correspondan en todos los niveles que tomen prontas medidas para que los responsables comparezcan ante la justicia y para que se aborden las causas profundas de larga data. Hacemos un llamado a la solidaridad contra el racismo anti-negro, entendiendo que racismo en todas sus formas y en los muchos modos en que se intersecta con el género, el origen étnico y la cultura, necesita ser superado. El racismo ha quitado la vida a mujeres, hombres, personas trans e incluso a niños y niñas.
Nos horroriza el continuo racismo sistémico que subyace a la violencia brutal que enfrentan las comunidades negras y convocamos a demoler las estructuras del racismo y al desmantelamiento del privilegio blanco. Como dice nuestra iglesia miembro ECO, “El racismo, simplemente, está mal. Es inconsistente con el evangelio de Jesucristo y la iglesia tiene que trabajar en contra de toda forma de racismo”.
Apelamos a nuestras iglesias miembros en los Estados Unidos de Norteamérica y en otros lugares para que se comprometan a desmantelar la injusticia del racismo. Y al mismo tiempo que reconocemos nuestra complicidad en defender el racismo y las teologías racistas, confesamos, nos arrepentirnos, buscamos el perdón y trabajamos por la reconciliación y las necesarias reparaciones. Hacemos nuestros los clamores de la comunidad negra y pedimos que se expresen las voces de lamento y se unan las manos en la resistencia.
“Estados Unidos es una sociedad que sufre de … una herida auto infligida hace cuatrocientos años a través de la institución de la esclavitud. Y esa herida nunca ha sanado. Es un problema fundamental para Estados Unidos. La herencia del negro/blanco, esclavo/libre y la actual mentalidad deben ser tratados antes de que cualquier pueblo pueda ser libre en esta nación”, expresó la Iglesia Cristiana Reformada en Norteamérica en una carta pastoral de la Iglesia Cristiana Reformada en América del Norte.
La Asamblea General de la Alianza Reformada Mundial (predecesora de la CMIR), realizada en Ottawa, declaró aquello que puede encontrarse en la Confesión de Belhar: «El racismo es un pecado, y el apoyo teológico de las ideologías racistas es una herejía». Continuamos levantando tanto esta declaración como la Confesión de Belhar en éste presente y animamos a todas nuestras iglesias miembros, así como a la comunidad ecuménica global, a que hablen firme y proféticamente contra el pecado del racismo.
Junto con la Iglesia Unida de Cristo afirmamos que «estamos llamados y llamadas a cortar de raíz la supremacía blanca en todas sus formas».
Junto a la Iglesia Presbiteriana de los Estados Unidos de Norteamérica afirmamos la negridad diciendo: “DIOS AMA LA NEGRIDAD. Demasiadas veces se ha negado esta verdad básica durante demasiado tiempo. Nuestra elección de alinearnos con el amor y no con el odio requiere tanto un rechazo del racismo como una proclamación positiva de que Dios se deleita en las vidas negras».
Reconocemos que el racismo es parte de un sistema global de dominación que está entrelazado con y enclavado en un sistema económico injusto, de violencia ecológica y patriarcal. En la Confesión de Accra declaramos: “Por eso rechazamos toda teología que afirme que Dios está solamente del lado de los ricos y que la pobreza es la culpa de los pobres. Rechazamos toda forma de injusticia que destruya las relaciones justas – por causa de género, raza, clase, discapacidad o casta. Rechazamos toda teología que afirme que los intereses humanos se imponen a la naturaleza.»
Reconocemos que este sistema ha resultado en aquello que podemos denominar firmemente como Apartheid Global, un sistema que busca la consolidación del poder de una minoría a costa de la mayoría y de modo particular de las comunidades racializadas. Con la Iglesia Evangélica Presbiteriana afirmamos que recibimos el llamado a «defender la justicia y la igualdad; pronunciarnos contra el racismo, la injusticia y la desigualdad; y trabajar para detener los orígenes de los disturbios civiles, es decir, la pobreza, la separación racial, la inmoralidad y la falta de un amor radical».
En este momento de crisis, somos llamados y llamadas a discernir adecuada y profundamente los signos de los tiempos e imaginar y trabajar hacia otro mundo en el que se pongan en alto la humanidad y la dignidad de cada individuo y donde las estructuras pecaminosas de la muerte sean derribadas. Porque sabemos que el Señor nos exige » Practicar la justicia, amar la misericordia y humillarte ante tu Dios.» (Miqueas 6: 8).
Convocamos de manera especial a las comunidades y congregaciones locales para abordar el tema de la brutalidad policial, involucrando a las agencias gubernamentales locales para desmantelar la cultura que alienta, abraza y utiliza políticas de «uso de la fuerza», y para desmilitarizar a las fuerzas policiales.
Además, pedimos a las iglesias que mantengan conversaciones cruciales sobre la raza y el racismo que vayan al encuentro de la justicia racial. Y específicamente apelamos a todas las iglesias a examinar y a erradicar el rol que tiene el privilegio blanco en su teología y en su praxis. Junto con la Iglesia Reformada en América, instamos a todas nuestras iglesias miembros a explorar cómo desarrollan en la práctica los principios de justicia, reconciliación y unidad presentes en la Confesión de Belhar.
Hacemos un llamado a nuestras iglesias y a la comunidad ecuménica en general para unirnos en un día de lamento, ayuno y oración el 8 de junio, y que esa fecha sea solo el inicio de una lucha continua por la justicia.