El principio que mueve la economía actual no es la gracia, es el egoísmo, la acumulación.
MILTON MEJIA
Vicerrector de extensión y profesor de la Corporación Universitaria Reformada en Colombia. Doctor en ciencias sociales y licenciado en Teología.
La Confesión de Accra de 2004 fue muy visionaria en varios aspectos: entre ellos la sostenibilidad. Cuando la pandemia golpeó fuerte en todos los rincones del globo, las consecuencias despertaron voces de alerta y la crisis avizoró formas de pensar el “gran reinicio” y la invitación de autoridades espirituales como el papa Francisco se sumó al concierto. Pero más allá de los señalamientos del Foro Económico Mundial de una 4ta revolución industrial de cara al planeta, vemos como estas propuestas solo buscan “limar los dientes del león, pero no quitarle su voracidad”. La Confesión de Accra nos propone un marco teológico pastoral para pensarnos como iglesias en acción global para la construcción de una nueva arquitectura económica mundial que imponga la justicia sobre la tierra, la casa de Dios.
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¿Conocemos en nuestra comunidad la Confesión de Accra? ¿Cómo podría ayudarnos a comprender la relación entre teología y economía?