Saludo de Navidad

En nuestra América Latina y Caribeña, camina nuestro Sol de justicia, aquí Jesús proclama salvación. Que nuestras iglesias se conviertan en santuarios de vida y testimonios concretos de esperanza. Que esta promesa nos haga saltar de alegría y llene de esperanza nuestro andar.

Mas a ustedes, quienes temen mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus rayos traerá salvación…” (Malaquias 4:2)

Belén, territorio ocupado ayer y hoy, se hizo cuna para nuestro Dios. Sus montañas le arroparon y su salvación sorprendió a cansados pastores. En el margen de una ciudad marginal de un pueblo subyugado nacía el Sol de justicia.

Simón y Ana le esperaban, Dios gestando salvación para su pueblo era una esperanza que no les había abandonado. Sus oraciones y testimonios alimentaron su fe en la promesa divina.

El imperio romano, como todo imperio, intentó aplastar esa esperanza. Pero con la complicidad de sabios de oriente, solidarios y llenos de coraje, Jesús y su familia huyeron como refugiados.

En nuestra América Latina y Caribeña, entre alegrías y dolores, esperanzas y cansancios, entre pueblos que buscan justicia y pueblos que sufren silenciados, entre solidaridad y represión, entre despedidas y reencuentros, camina nuestro Sol de justicia, aquí Jesús proclama salvación.

Que encuentre cuna este niño de Belén en nuestras vidas, en nuestra andar cotidiano. Que nuestras iglesias se conviertan en santuarios de vida y testimonios concretos de esperanza.

Hermanas, hermanos, nacerá el Sol de justicia, en sus rayos traerá salvación. Que esta promesa nos haga saltar de alegría y llene de esperanza nuestro andar.