Acción global ante la crisis climática

La red de jóvenes de AIPRAL, re[d]formándonos, realizó dos encuentros virtuales los días 17 de septiembre y 1° de octubre, con el fin de reflexionar conjuntamente sobre la crisis climática. En el marco de las jornadas de acción global multirreligiosa por la justicia climática, convocadas por la Red Internacional GreenFaith, compartimos la síntesis y declaración de las y los jóvenes de nuestra Alianza, en vísperas de una nueva conferencia de las partes del Acuerdo sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas.

Fe por la justicia climática es una acción global multirreligiosa en la que participan comunidades religiosas en más de 200 comunidades y en medio centenar de países de todo el mundo.  Está organizada por la Red Internacional GreenFaith y copatrocinada por más de 100 organizaciones de fe y diversas denominaciones, las cuales representan a más de 100 millones de personas de origen judío, musulmán, hindú, budista, sij, jainista, bahá’í, indígena, cristiano y muchos otros orígenes religiosos y espirituales.

Las y los jóvenes comparten su declaración y adhieren junto a la Alianza y sus iglesias miembros, al clamor público y global para que autoridades y empresas multinacionales respondan ante las catastróficas consecuencias de la actual crisis climática.

ANTE LA CRISIS CLIMÁTICA

re[d]formándonos surge como un espacio de encuentro en línea y acompañamiento entre jóvenes participantes de iglesias evangélicas, presbiterianas y reformadas del continente a partir de la experiencia de la pandemia, ocasionada por el Covid-19.

A partir del intercambio se fueron abordando diferentes temáticas donde entendimos que como comunidades que siguen a Cristo y su propuesta salvífica, debíamos dar señales de nuestro compromiso a través de aquello que las Escrituras nos han revelado por medio del relato del Génesis:

Estos son los orígenes de los cielos y de la tierra cuando fueron creados, el día que Jehová Dios hizo la tierra y los cielos, y toda planta del campo antes que fuese en la tierra, y toda hierba del campo antes que naciese; porque Jehová Dios aún no había hecho llover sobre la tierra, ni había hombre para que labrase la tierra (…) Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. 

Génesis 2:4-5,15

Nuestra misión primordial como humanidad es cultivar y cuidar la tierra, como la casa común de todos los seres que la habitamos, de esa manera será abundante en frutos para nuestro sustento:

Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová.

Génesis 4:3

 Todo aquel que lesiona la creación de Dios no puede rendirle culto al Creador, no puede ser parte de la cultura de adoración porque abandonó su propósito de cuidado de aquello que para Dios es grato. 

¿Dónde está este compromiso de las iglesias en estos momentos?

Vemos cómo se reproducen y amplifican desde nuestras casas de oración y en las redes sociales, discursos que abundan en denuncian moralizantes sobre cómo ser cristianas y cristianos, pero que olvidan u ocultan el llamado del Evangelio: a predicar el Reino de paz y Justicia: y esto implica practicar la mayordomía y el cuidado consciente de la creación. Es un llamado urgente. Las adolescencias y juventudes de gran parte del globo están alzando una voz colectiva para decir: ¡Basta! ¡No sigan comprometiendo nuestro futuro!. Personas de diferentes tradiciones religiosas y espirituales también claman por un cambio de paradigma y el respeto a la sacralidad de la Tierra y la vida que en ella puso el Creador.

“La ecología inaugura una nueva alianza con la creación. No hemos sido creados para situarnos por encima de ella y dominarla, sino para estar a su lado como quien convive con su hermana o hermano”.  (Leonardo Boff)

Ante el último informe del panel intergubernamental sobre cambio climático y la proximidad de una nueva Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, vemos cómo se suceden las cumbres y las declaraciones públicas, pero en cada Estado se avanza a cuentagotas en medidas que permitan verdaderamente detener el calentamiento global, el cambio de la matriz energética, el tratamiento efectivo de envases, residuos y efluentes…  nuestras culturas de consumo basada en la sobrexplotación y el descarte, que minuto a minuto van dejando tierras áridas, océanos plagados de plástico, menos árboles y menos biodiversidad. La crisis climática ocupa mucha agenda mediática pero se traduce poco en la agenda política, donde se cede a las presiones de grandes lobbys empresariales, donde se persigue hasta dar muerte a activistas, donde se desmerece las políticas ambientales al no asignarles presupuesto o personas formadas para llevarlas adelante.

¿dónde podemos ver los cambios?

Es necesario seguir tejiendo redes y visibilizando las acciones y denuncias de quienes vienen alzando la voz de la naturaleza, que no puede defenderse por sí misma. Debemos pensar ecológicamente nuestra relación cotidiana con la creación y construir formas de habitar más responsables con el ambiente: reciclando, reduciendo, reutilizando, apostando por el consumo de producción local, orgánica, libre de agrotóxicos y de procesos contaminantes. Debemos expresarnos públicamente para que empresas, gobiernos y demás actores sociales asuman las consecuencias devastadoras de los modelos extractivos y consumistas de la actualidad, y transiten de forma urgente hacia economías integrales donde la dignidad humana y el cuidado de la biodiversidad sean fundantes. Debemos exigir a los gobiernos del mundo, una y otra vez, que mejoren y cumplan con los mecanismos internacionales para evitar las consecuencias de la crisis climática que ya está padeciendo la Tierra toda.

El Señor es la tierra y todo lo que hay en ella; el mundo y los que en él habitan. Porque Él la fundó sobre los mares, y la asentó sobre los ríos. 

Salmos 24:1-2