La vitalidad de la iglesia tiene que ver con la eficacia de sus facultades, que van mostrándonos su signo de vida.
 OSWALDO FERNANDEZ
Profesor y director del Posgrado de la Facultad de Teología Reformada – Seminario Teológico Presbiteriano de la Iglesia Presbiteriana de Chile. Peruano. Doctor en Teología por Instituto Superior Evangélico de Estudios Teológicos (ISEDET) en Argentina.
Cuando se habla de vitalidad y revitalización, hablamos de crecimiento, que se experimenta como tensión: frente al transfondo fundamentalista, el crecimiento mismo hace aflorar una preocupación por ir más allá de un discurso soterológico por parte de las iglesias de raigambre más conservadora. Se identifica un tránsito a la búsqueda de una responsabilidad social y política acorde con la tradición reformada y se manifiesta en un ecumenismo posible y una mirada de alianzas en relación a la agenda pública del país, en este caso el ejemplo de Chile. La pandemia invita a un nuevo movimiento a partir del compromiso diacónico con quienes más sufren las consecuencias, evidenciando esas transformaciones que también constituyen signos de la vitalidad.
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¿Cómo entendemos la teología pública de nuestra comunidad de fe y cómo se habitan las tensiones que generan?