Mensaje de Navidad 2022

A las puertas de una de las estaciones más significativas del calendario cristiano, enviamos este mensaje que esperamos reciban como el abrazo de las iglesias reformadas y presbiterianas miembros de AIPRAL a nuestras hermanas y hermanos en la fe, cualquiera que ésta sea y donde quiera que estén.

Esto les servirá de señal: encontrarán a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre

Lucas 2:12

Todo niño quiere ser hombre. Todo hombre quiere ser dios. Sólo Dios quiso ser niño.

Leonardo Boff

Nuestras comunidades se preparan para la Navidad con laboriosidad y alegría, con esperanzas y sueños,  que mucho tienen que ver con las de nuestros pueblos caribeños y latinoamericanos.  Nuestras iglesias, llamadas a proclamar la buena noticia del Reino, se sienten desafiadas por la realidad en la que nos corresponde predicar la justicia y el amor de Dios para con toda su creación. Son tiempos complejos, con destellos de esperanza y a la vez con expresiones concretas de violencia, poderes corruptos que irrespetan la voz de sus conciudadanos, olas migratorias resultado de enormes desigualdades, bloqueos y sanciones, impunidad ante violaciones de los derechos, tanto humanos como de la Madre Tierra.
Hoy más que nunca se hacen pertinente e imprescindible el anuncio del Dios hecho humano en el bebé de Belén, el hijo de María y José. Ese niño cuya insólita identidad la encontramos en un humilde pesebre, envuelto en pañales como símbolo de su indudable naturaleza humana. La solidaridad como expresión última del extraordinario amor de Dios hacia su obra. 
 Vaya en este mensaje la exhortación de la familia reformada y presbiteriana de AIPRAL, a recordar el sentido que nuestra fe otorga a esta celebración. La que proclama a un Dios grandioso y a la vez humilde que nos muestra el amor solidario y la esperanza que estamos convocadas y convocados a proclamar. La prueba de que no hay poder más grande que el compromiso con la justicia que emana de ambos. Que la arrogancia de los “poderes y potestades” de nuestro tiempo se desmorone ante la imagen de la divinidad convertida en la criatura más vulnerable que existe. Que a donde sea que la estrella de la esperanza nos guíe, caminemos con pasos seguros y en ese andar seamos limpios de desamores y egoísmos para escuchar el clamor de aquellos ángeles, claro y diáfano: ¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz para los seres humanos de buena voluntad! 

¡Feliz tiempo de Navidad!