La Alianza acompaña a sus iglesias miembro y comparte junto a ellas un mensaje de cuidado y esperanza ante la pandemia de covid-19 que afecta a nuestro planeta. En esta tercera entrega, la Directora del Departamento de Mujeres Rev. María Jiménez señala que no puede haber indiferencia e indolencia ante situaciones de violencia de género y que debemos animar mujeres a romper el silencio, siendo comunidades terapéuticas y solidarias, dando testimonio de Jesús, nuestro Buen Pastor que nos propone «vida en abundancia» (Juan 10:10).
A través de una serie de audiovisuales invitamos a contemplar diferentes situaciones que nos interpelan y nos comprometen como Iglesia y como sociedad. En esta tercera entrega, la Directora del Departamento de Mujeres Rev. María Jiménez señala que no puede haber indiferencia e indolencia ante situaciones de violencia de género y que debemos animar mujeres a romper el silencio, siendo comunidades terapéuticas y solidarias, dando testimonio de Jesús, nuestro Buen Pastor que nos propone «vida en abundancia» (Juan 10:10).
Desde el Departamento de Mujeres de AIPRAL les saludamos y expresamos nuestra voz de esperanza, con la certeza que el Señor no nos dejó huérfanas ni huérfanos. Con ternura camina a nuestro lado, en todo momento, lugar y circunstancia. Estemos alegres porque el Señor está presente.
Para continuar el acompañamiento del Comité Ejecutivo a la familia AIPRAL, atendiendo a situaciones prioritarias de nuestra cotidianidad, reflexionemos sobre la necesidad de autocuidarnos.
Este tiempo de pandemia covid-19, lleno de incertidumbres, dolores y circunstancias que deterioran la vida humana en todas sus áreas, nos fortalece la promesa de Jesucristo nuestro Buen Pastor “Yo he venido para que tengan vida y para que la tengan en abundancia” (Juan:10-10). Desde este propósito en la Misión de Jesús, hagamos consciencia que es Indispensable autocuidarnos para disfrutar la plenitud de vida. según el enfoque de nuestro trabajo justicia de género “Paz para ellas, Paz para el mundo”, veamos situaciones que deterioran la vida abundante.
En esta ocasión es preciso tener en cuenta que existe un proceso de Violencia de Género en el cual, identificamos factores de riesgos que se deben visibilizar para estar pendiente de ellos. Es un proceso que se da en escalada debido a la acumulación de tensión. Se inicia con gritos, descalificaciones, humillaciones, burlas, empujones, entre otros, que se van acrecentando poco a poco. Enfatizamos que la violencia, tiene múltiples manifestaciones y deja huellas profundas en la familia y en la mujer. Que se practica en todos los ámbitos sociales y en las personas de mayor vulnerabilidad, especialmente hacia mujeres y niñas. La violencia no es algo natural. Por lo tanto, Sí es posible vivir una vida libre de violencia.
En el contexto del resguardo social, denunciamos que los casos de violencia se han incrementado significativamente, hasta incluso llegar al femicidio. Las mujeres y niñas conviven encerradas en sus casas, con sus agresores y generalmente sin la opción de poder salir para buscar ayuda. Entre algunas de las causas de riesgo durante el confinamiento social señalamos: hacinamiento, limitaciones para adquirir alimentos, tareas conjuntas de crianza y cuido de las hijas y de los hijos, desempleo, celos, necesidad imperiosa de no salir de la casa. Sentimos que, en los hogares, la pandemia ha exacerbado las desigualdades y las diversas tipologías de violencia hacia las mujeres.
A fin de favorecer el Autocuidado, hacemos referencia a 4 recomendaciones:
1. No puede haber indiferencia e indolencia cuando haya conocimiento de alguna situación de violencia. 2. Tener disposición, para atender las mujeres cuando soliciten ayuda, sin que se sientan en riesgo. 3. Animar a las mujeres para que rompan el silencio y no se queden sumergidas en situaciones de violencia. 4. Informar que en cada uno de nuestros países se han activado redes de acompañamiento entre mujeres, para que fortalecidas sobrelleven los diversos procesos de violencia.
Al inicio mencionamos a Jesús como El Buen Pastor y quisiera concluir, enfatizando que este tiempo es oportuno para asumir las características con las cuales Juan identifica a Jesús y así, seamos comunidades terapéuticas, fraternas, solidarias, de autocuidado, dando testimonio de nuestra fe.
Hermanas y hermanos, que la gracia, misericordia y paz del Señor estén con ustedes, con sus familias, con sus comunidades de fe, con los pueblos del mundo y con toda la creación. ¡AMÉN!