Confiar, entregar y servir en esperanza

La Alianza acompaña a sus iglesias miembro y comparte junto a ellas un mensaje de cuidado y esperanza ante la pandemia de covid-19 que afecta a nuestro planeta. En esta cuarta entrega, el Director del Departamento de Teología y Misión, Rev. Paulo Câmara Marques Pereira Jr. nos invita a recibir, compartir y entregarnos a Dios, la dádiva mayor. En estos tiempos inciertos, la preocupación por la salvaguarda de la iglesia como institución nos puede volver ansiosos, pero somos llamados a confiar, entregar y servir en esperanza.

A través de una serie de audiovisuales invitamos a contemplar diferentes situaciones que nos interpelan y nos comprometen como Iglesia y como sociedad.

Queridos amigos y amigas, hermanos y hermanas de fe. ¡Gracia y paz de Dios!

Saludo a las iglesias miembros de AIPRAL, organizaciones asociadas y a todos y todas que estén viendo este video.

Vivimos en tiempos inciertos. Tiempos de cambios sociales rápidos y constantes, con los desafíos socioeconómicos, políticos, religiosos y, especialmente, los sanitarios, asociados.

En este contexto, es común que la ansiedad sobre la supervivencia de la iglesia como institución comience a determinar las decisiones de la comunidad de fe local.

Existe una preocupación por parte de los líderes para garantizar que la iglesia esté segura.

Como cristianas y cristianos reformados y presbiterianos, estamos invitados a confiar, entregar y servir en esperanza. Compartir la fe en contextos plurales, de manera autocrítica, inclusiva y transformadora, confiados en que Dios está al mando.

Gregorio de Nacianzo, en el siglo IV, llamó, al Espíritu de Dios, «dádiva» y autor de la regeneración humana. Aquel que conduce al pueblo de Dios. Él dice:

«El Espíritu descendió sobre un pastor de ovejas y lo hizo salmista […] descendió sobre un ganadero y cultivador de sicomoros y lo hizo profeta, descendió sobre pescadores y los hizo evangelistas, llegando a ellos a través de las redes del Evangelio. Fue el Espíritu quien también nos hizo heraldos del Reino de Dios.»

La misión y el amor del Dios Trino determina la motivación y la forma en que llevamos a cabo la proclamación del Evangelio a las personas, especialmente a aquellas que han sufrido con la pandemia de Covid-19. Somos invitados a meditar sobre Dios y ser sensibles a su Palabra mientras vivimos y servimos. Como miembros de la iglesia, llamados y guiados por Dios mismo, tenemos el privilegio de compartir las buenas nuevas, por el poder del Espíritu, y dar testimonio de la presencia de Cristo Jesús hoy. De este modo, damos y también recibimos, enseñamos y también aprendemos. Ofrecemos al otro la preciosa virtud de nuestra presencia: estar presente, ahora, sensible a la vida del otro, que fue creada por Dios mismo.

Me gustaría animarlos a continuar dando testimonio de la vida como dádiva divina. Después de todo, las comunidades de fe leen el Evangelio y colocan sus historias junto a la historia de Jesús, con la esperanza de ser iluminadas, transformadas y bendecidas por Él.

El Consejo Mundial de Iglesias afirma que la auténtica evangelización es aquella que refleja el amor infinito de Dios por la humanidad, enfocándose en la persona de Jesucristo, inspirando relaciones interpersonales y comunitarias, proclamando la práctica de la justicia y el amor por toda la humanidad, lo que resulta en transformaciones de vidas en la unidad del Espíritu.

Que podamos discernir juntos lo que el Espíritu de Dios nos llama a hacer.

Que nuestros amigos reconozcan signos de vida y esperanza a través de nuestras vidas.

Proclamar y vivir la esperanza es un movimiento desde la separación hacia la reconciliación, desde la segregación hacia la comunión. No se trata de expansión, en términos de «colores expresivos», opresivos y violentos, sino de inclusión en términos de compartir el pan y los peces. Se trata de la vitalidad de la iglesia. Se trata de recibir, compartir y entregarse a Dios, la dádiva mayor, el autor de la vida, el Santo Dios.

Que Dios te bendiga y te guarde.

Que Dios tenga misericordia de nosotros y nos de paz.

Amén