En casa nos reunimos para adorar

La Alianza acompaña a sus iglesias miembro y comparte junto a ellas un mensaje de cuidado y esperanza ante la pandemia de covid-19 que afecta a nuestro planeta. En esta segunda entrega, nuestra vicepresidenta Pres. Letty Heredia invita a la unidad como cuerpo de Cristo, a la práctica de la justicia y el amor, cuidando de nuestras familias en el hogar y teniendo presentes y acompañando a la familia de fe.

Hermanas y hermanos, reciban un afectuoso saludo desde AIPRAL.

Nos solidarizamos con todas las personas que han sido afectadas de alguna forma por esta terrible pandemia de coronavirus.

Oramos pidiendo sanidad por quienes han sido contagiados y consuelo por todos aquellos que han perdido algún ser querido. Nos ha cambiado el mundo. En estos últimos meses la Organización Mundial de la Salud nos ha pedido que tomemos medidas de prevención, entre ellas, el distanciamiento físico y el aislamiento en nuestras casas. Y desde casa estudiamos y trabajamos, y en casa nos reunimos para adorar.

Pero este no es un fenómeno nuevo: si nos remontamos a la iglesia primitiva las familias se reunían en las casas a orar, a estudiar y a partir el pan. Y que mejor modelo que el de la familia, para demostrar el amor cristiano. Cuando practicamos el compañerismo con nuestra pareja. Cuando guiamos a nuestras niñas y a nuestros niños en los caminos de Dios, además de las enseñanzas seculares. Cuando cuidamos de nuestros adultos mayores. Y por qué no, cuando practicamos el amor propio si vivimos solos.

También, no nos olvidemos de la familia de la fe. Mantengámonos unidos a través de las redes sociales, contacto telefónico, pensando en aquellos que no tienen acceso a la internet. Brindándoles una palabra de aliento, orando juntos con ellos y siendo apoyo para quienes lo necesitan.

Ser iglesia en casa. Al reflexionar sobre esto, me vienen tres puntos a la mente que quiero compartir con ustedes:

1° – la unidad. Este es el mejor momento en que el cuerpo de Cristo debe permanecer unido. Apoyándonos los unos a los otros, siendo amables tolerantes y pacientes. Recordando que el Espíritu Santo es el vínculo perfecto de la paz.

2° – la práctica de la justicia: recibiendo a todas las personas de igual manera, compartiendo equitativamente los recursos que tenemos.

3° – recordar ese gran mandamiento que nos dejó nuestro Señor Jesucristo: ama a tu prójimo como a ti mismo. Reafirmar el valor de nuestros semejantes a traves del amor. Cuidándonos a nosotros mismos también cuidamos a los demás: en lo físico, en lo emocional y en lo espiritual.

Ser iglesia en casa es ser voz y acción profética: quizás no podemos alcanzar a toda la humanidad, pero sí podemos empezar con nuestro prójimo más cercano que es la familia. Que cuando regresemos a nuestras labores cotidianas seamos una iglesia incluyente y una sociedad incluyente. Recordemos el texto de Hechos 2:46 que nos dice: “Y perseverando unánimes en los templos y en las casas, partían y comían el pan juntos, con sencillez y alegría de corazón”.

Qué el Señor les bendiga.